Erase una vez una chica llamada Samanta.
En su colegio todas eran muy chik por lo que tenía que
ir bien vestida. Pero siempre que llegaba a casa se cambiaba de ropa y se ponía
su camisa y sus vaqueros viejos. Se los ponía porque le encantaba arreglar
cosas principalmente, coches.
Tras años, años y años se casó con un hombre que le
encantaba cocinar, limpiar y ordenar la casa.
Por lo que vivieron felices y comieron perdices.
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